No podemos dejar de comentar uno de los acontecimientos historicos que ha acontecido esta semana; El Papa Benedicto XVI ha renunciado ha su cargo. Evitaré dar mi opinión personal, que no tiene ninguna importancia, y nos adentraremos sólo un poquito en lo que ha de venir, según algunas profecias, EL FINAL DE LOS TIEMPOS.
Según San Malaquías, ( que no era santo ) éste papa, el 111 en la lista, sería el penúltimo papa; ahora "reinará" Pedro el Romano, que tendrá que apacentar sus ovejas en medio de grandes tribulaciones. Acabadas éstas, "La Ciudad de las Siete Colinas " será arrasada, y el Juez Tremendo tomará cuentas a su pueblo.
Pero no es menos cierto que si bien los primeros papas de la lista coincidían más o menos bien con el nombre que adoptaba cada uno, en éstos últimos, desde Juan XXIII, hay que dar muchas vueltas para hacer que coincidan con el nombre que da la profecía.
Son muchos los que han hecho profecías del fin del mundo, hasta los Mayas... os invito a leer a Santa Hildegarda y Edgar Cayce;
Y que será ahora de nuestro papa en funciones? Benedicto quedará como Obispo Emérito de Roma, mantendrá sus prerrogativas como Papa emérito, es decir, podrá administrar sacramentos en todo el mundo sin tener quenpedir permiso a nadie, aunque eso no sucederá ya que se retirará a un convento de clausura. el próximo dia 28 se trasladará a Castengandolfo, y firmará su renuncia, ya no habrá marcha atrás. No tendrá potestad en decisiones de gobierno, ni podrá presentar ningún candidato. El engraje ha comenzado a funcionar.
El Camarlengo ya ha citado a todos los cardenales del mundo. El conclave debe comenzar en quince o veinte días.
Cualquier varón católico, bautizado y célibe puede ser papa. Los cardenales que van a estar reunidos en el cónclave y que deben ser
menores de 80 años, son electores y, aunque la mayoría han sido
cardenales, el Papa no necesariamente puede ser cardenal. Si se eligiera
a algún otro cristiano, el siguiente paso es que los cardenales de Roma
deberán localizarlo y, si él acepta, tendrá que trasladarse a Roma, ser
ordenado sacerdote, luego elevado a obispo y, desde entonces, ser Papa.
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